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Acabemos con esta aventura

La decisión hacía semanas que estaba tomada. Llegamos al borde del acantilado justo en el momento preciso. Como hacen los magos de verdad, ni pronto ni tarde. Había sido protagonista de una persecución épica. Ella el objetivo, yo a su lado. Saltó desde la ventana de su apartamento al tejado del edificio de enfrente esperando que la oscuridad de la noche la protegiese. No fue así. La vieron, la olieron, la sintieron. Todo a la vez. En realidad, contaba con ello. Mientras bajaba las escaleras del edificio, de cada puerta salían por decenas. Uno la agarró del brazo izquierdo y le dislocó el hombro, otro la pierna derecha y se llevó una patada en la boca. Cinco pisos, una eternidad. Al llegar al portal vio que en la calle la esperaban muchos más. Cientos. Desordenados, confundidos, aguardando a que apareciera para darle caza. El tiempo se detuvo dos segundos, tres, cuatro… ¡Piensa, Carla! Ni siquiera oía el murmullo ensordecedor de los cientos de frenéticas pisadas sobre los peldaños